Crédito social en china.
¿Qué es
el crédito social?
Este
consiste en castigar o premiar a los buenos o malos ciudadanos. Llevando
consigo una serie de riesgos que afectaran directamente la libertad de los
individuos, controlando y evaluando cada una de sus acciones.
¿Por
qué?
El
gobierno de China plantea el sistema de crédito social como una medida que
fomenta la armonía y permite acabar con abusos de individuos y empresas. Busca
medir el comportamiento social y la confiabilidad, y a partir de ello, repartir
beneficios y castigos en el acceso a servicios. Y desde luego, parece ser que
entre la población china esta opinión ha cuajado. Su percepción es totalmente
distinta a la que tenemos en el mundo occidental. Nosotros lo vemos como una
distopía orwelliana en la que un estado policial controla todo lo que hacen sus
súbditos y, sin embargo, un gran número de la población china está encantado,
lo ven como un sistema en el que la tecnología está al servicio de la sociedad
para lograr una vida mejor y más eficiente.
¿Cómo
van a imponer el sistema?
Sí, ya
sabemos que nos espían: cuando comentas a tu pareja que te quieres comprar unas
nuevas gafas de nadar, ves como por arte de magia aparece publicidad de
productos de natación hasta en la sopa. Pero mientras que en occidente tratan
de que ese espionaje no se note, en China prácticamente hacen ostentación de su
sistema de vigilancia. Aquí tienes el documento de la implementación del
sistema de crédito, publicado en inglés y en mandarín, para que nos enteremos
bien en el resto del mundo. Porque no te vigilan solo a través de tu móvil,
mediante una aplicación de vigilancia instalada en los smartphones de los
ciudadanos, sino que el gobierno ha instalado además una gran red tecnológica
de monitorización –desde policías con gafas con reconocimiento facial, a la
obligación de llevar chips RFID en todos los coches. Las calles están atestadas
de millones de videocámaras con lo último en inteligencia artificial.
Le
pregunto a Marin-Lacarta si hay voces disidentes, población china que se rebela
contra este control absoluto por parte del estado y me contesta que claro que
las hay, pero que de rebelarse nada, hay mucho miedo. En su universidad invitan
muy a menudo a escritores chinos que les hacen partícipes de su desagrado; les
cuentan cosas que en China no se atreven ni a pensar en voz alta por temor a
las represalias.
Y es
que este sistema de vigilancia exhaustiva no solo se aplica para sancionar
infracciones, sino también para perseguir a los disidentes y a las minorías
oprimidas, como la tibetana o la uigur en Xinjiang, al oeste del país, una zona
rica en petróleo en el que la población es mayoritariamente musulmana. Se halla
bajo un férreo control policial para evitar el terrorismo islámico y de paso
mantener a raya cualquier sentimiento independentista. Las asociaciones en
defensa de los derechos humanos calculan que hay casi un millón de uigures
confinados en campos de reeducación, y el resto están estrechamente vigilados,
no solo ellos sino también sus hábitos: si van demasiado a la mezquita, si
viajan mucho al extranjero e incluso si gastan más electricidad de lo habitual.
Campos de reeducación en los que se realizan torturas y trabajos forzados,
según Human Rights Watch.
Comentarios
Publicar un comentario